miércoles, 23 de julio de 2014

Un poema en prosa

Era hace una vez una niña de nombre Grisel. Conoció a un joven escritor que se enamoró de ella. Ella lo amó tanto cuando él no. Él la amó tanto cuando ella no. Un día los dos llovieron y se hicieron lago en mismo agujero, se unieron otra vez y juntos avanzarán como río hasta llegar al grandioso e infinito mar.

jueves, 17 de abril de 2014

Un camino necesario

Era la primera cita de su vida y con él. No se complico con el tema de la ropa, se puso sus clásicos botines, unas leggines, una casaca, todo negro menos su polo vestido con un estampado de flores que le daban dulzura a ese aspecto oscuro. Almorzó temprano y lo espero.

La salida era para ir a ver una película francesa. Todo lo francés lleva a algo romántico, está no fue la excepción. Conocerse un poco más era también uno de los fines. Él llegó en taxi, prefiere ese tipo de transporte, la llamó y ella bajo. Se saludaron con un cálido beso en la mejilla, el taxi avanzo y ellos empezaban a reír. 

Bajaron a unas cuadras del cinematógrafo, era temprano y el día estaba perfecto para caminar por unos minutos, que luego se hicieron horas y ahora eternidad, encontraron un plaza cuya belleza solo podría describir en fotos.

La plaza fue escenario de la primera conexión de los jóvenes. Grisel ya le decía "mi amor" en la mente, lo escuchaba con ternura y agradecía a ese ser que se encarga de todo, de hacer esa puesta tan bella. Una puesta de sol que los señalaba a los dos, como un halo de luz que los unía poco a poco sin que ellos se dieran cuenta.
Puente de los suspiros de Carlos Atahualpa